Aventuras e invitación de un cuerpecito latino mermeladesco, chocolatoso, maltoso y lupuloso, temporalmente en silla de ruedas:
Es cómodo sentarse y dejarse empujar, ver el mundo en movimiento y sin ningún esfuerzo, sonriendo y en ocasiones tocando la “bocinita” -prestada por la “Reina Azul de los Mares”– instalada en el lado izquierdo de la silla, para avisar que uno va a pasar y que los peatones despistados se hagan a un lado. Muchos voltean a ver, sonríen, ofrecen disculpas y abren camino…
Sin embargo, la vida en silla de ruedas es muy limitada, no me refiero sólo al hecho de no poder caminar bien, lo cual es casi fatal, sino a lo que uno tiene que enfrentarse en interiores y exteriores para poder trasladarse de un lugar a otro, sea la distancia corta o semilarga, es una muestra de la falta de visión y planeación, de que los humanos pensamos sólo en nosotros mismos y creemos que siempre estaremos jóvenes, saludables y perfectos:
- Empezando por la casa donde vivo, es de dos pisos, no hay rampas y por todas partes hay escalones.
- La mayoría de las banquetas no son planas, sino agrietadas, con bordos, con hoyos, hechas de diferentes materiales; en ocasiones no hay rampas y hasta un escalón mal construído y planeado en medio del camino. Además, hay autos estacionados en las banquetas obstruyendo descaradamente el paso, no sólo a los paseantes en sillita de ruedas, sino a los peatones. En las zonas comerciales, los estantes con artículos también “tapan” la banqueta. Las calles, ni se digan, no se puede transitar en silla de ruedas, ni por la orillita.
- Algunos bares, restaurantes y zonas recreativas no tienen acceso/espacio para clientes en sillas de ruedas. Si las tienen, están cerradas o en muy malas condiciones. Snif.
- En general, nos falta concientización hacia las personas en sillas de ruedas y hacia las personas con discapacidad, esto no es nada nuevo, lo sabemos todos, pero uno se acuerda o se percata de ello, cuando lo vive “de cerquita”.