Chalequito fluorescente en uso

Me gusta pedalear en el día, evito hacerlo en la obscuridad, aunque también tiene su encanto y misterio.

Ayer en la tarde me fuí a dar un paseo en bici, me entretuve platicando por ahí y empezó a meterse el sol; por lo que, un recorrido que normalmente lo realizo en aproximadamente 20 minutos, ¡lo hice en diez minutos!, desconocía la alta velocidad y agilidad con que podían moverse mis piernitas y la capacidad de concentración de mi mente para enfocarse en un sólo objetivo y destino ;-).

Definitivamente, es diferente trasladarse en bici a esas horas que en plena luz del día. Me tocó la hora del tráfico de las seis de la tarde: trailers circulando e invadiendo carriles, ¡hasta banquetas!; motociclistas acelerados; oficinistas apresurados pensando sólo en llegar a casa, comer y relajarse; estudiantes depistados, pero bien abrigados; y uno que otro ciclista semidesnudo en sentido contrario. Smog y ruido citadino, luces encendidas que encandilan y sombras a la lejanía.


Fué una oportunidad para estrenar la lucecita trasera de la bici, que parpadea coquetamente, como haciendo “bling bling” y por primera vez en meses, mejor dicho en años, me puse el chalequito anaranjado fluorescente que me regalaron los chicos del “Grupo Pro Ciclo Va”, en mi primera participación con ellos, en el 2011, celebrando el “Día Mundial de la Bicicleta”, que por cierto fué el meritito día que estrené mi bici la “Reina Azul de los Mares”. Aquí las fotos -sacadas del baúl mágico de los recuerdos- de la entrega oficial del discreto chalequito, me lo regalaron porque fuí la primera en llegar, o sea, la más puntual 🙂