Mientras esperaba a que desponcharan la llanta delantera de mi bici, le dí la vuelta caminando al parquecito que queda enfrente del taller de reparación. Es un parque al que nunca había visitado, pues no queda por mis rumbos de actividades cotidianas. Me sorprendí de su limpieza y bien cuidadas áreas, de su belleza y variedad de plantas; me fascinaron y entretuvieron los árboles verdes, frondosos, guardadores de historias y testigos de besos y abrazos de jóvenes enamorados.
Mientras le daba la vuelta por la banqueta, me encontré a un par de niños pedaleando su bicicletita y sonriendo al aire, a un señor de lentes también caminando y escribiendo a cada paso, algo en su libretita; observé a dos señoras conversando animadamente en una banca a un lado del bien conservado kiosco y a un joven balanceándose atléticamente en una de las barras del área de juegos.
Un medio día soleado, tranquilo en el parque.
Lamenté no haber traído mi cámara, esos frutitos rojos del arbusto de la esquina y la sonrisa de la niña peinada con dos colitas conduciendo su mini bici las tengo sólo guardadas en mi memoria…
Después del paseo por el pequeño y agradable parque, crucé la calle y regresé al taller de reparación de bicicletas, todavía esperé algunos minutos a para que me entregaran mi bici “la Reina Azul de los Mares”, ya que no era la única clienta, por lo que me recargué en la húmeda bardita de ladrillos, me puse mis lentes obscuros y me puse a contemplar el parque…
Mientras escuchaba los pajáritos, también escuchaba inevitablemente las conversaciones de los presentes: que la esposa del amigo, lo abandonó y se llevó a los hijos, que los cambió de escuela y que posiblemente hasta se cambien de ciudad…que hay que comprar el periódico todos los días porque están publicando cupones que puede uno canjear por boletos para el sorteo, se puede uno ganar computadoras, autos, y hasta una casa, “yo te traigo los periódicos, como soy trabajador de ahí, no puedo participar, pero le pones tu nombre a todos los boletos y si te sacas el carro pues nos dividimos la lana” dijo alguien…
“Mi galán me estará esperando esta noche, me voy a poner los tacones que me regaló en Navidad y le voy a dar de cenar” dijo abiertamente la señora que se bajó del auto azul mientras hablaba por teléfono. Pausa, todos callaron y miraron pícaramente de arriba a abajo, de enfrente a atrás a la recién llegada mujer que vestía pantalones untaditos, chamarra brillosita y peinado encopetado…
Nota: el taller de reparación es el que queda enfrente del parque de la Colonia Hidalgo, me gusta el servicio y atención al cliente. Es la segunda vez que voy y seguramente regresaré, la siguiente vez con mi cámara 😉